14/8/09

Tao Te King


Comentar algo sobre este libro es meterse en camisa de once varas. Empezaré diciendo que estoy en absoluto desacuerdo con la mayoría de las ideas que se postulan en él: la realidad no es lo que aparenta ser, los cientos de absurdas ideas sobre la santidad, la sociedad ideal jerarquizada en la que cada uno debe aceptar su papel y, sobre todo, la teoría de la no acción, algo que me exaspera se exponga como se exponga. Pero lo malo no son las enseñanzas del libro, sino la acomplejada moral occidental actual; todas estas enseñanzas que se consideran una virtud porque provienen de la milenaria sabiduría oriental se mirarían con ojos mucho menos bondadosos si vinieran acogidas por una visión occidental, y para muestra un botón:

Para superar lo difícil
ha de empezar por lo fácil.
Para realizar lo grande
ha de empezar por lo pequeño.
Por eso el santo nunca parece estar
realizando lo grande,
y sin embargo, al final puede
realizar una gran obra.

¡Cómo! ¿No les suena de nada? Pues bien: “Todos los hombres y mujeres pueden alcanzar la santidad realizando su trabajo y sus actividades diarias con un espíritu cristiano”. Esto es, no haciendo absolutamente nada que merezca ser tenido por santo, pero creyéndomelo me siento mucho mejor. Así expreso la misma idea que pretende Laozi, Escribá de Balaguer, pero mientras las ideas de Laozi se respetan por ser de una sabiduría milenaria, las de Balaguer se desprecian en occidente (excepto por sus seguidores) por ser una soberana estupidez. Temo, además, que Balaguer leyera demasiado a Laozi, pues alguna otra cosa que dijo este último creo que la tomó en sentido literal:

El santo viste ropa de tela basta,
pero en su bolsillo guarda un jade.

Aunque no todo es tan malo, algunas de sus enseñanzas son verdaderamente encomiables, y no nos vendría mal seguirlas de vez en cuando:

Tratar a nuestro conocimiento
como ignorancia es superior.
Tratar a nuestra ignorancia
como conocimiento
es una enfermedad.

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