6/9/09

La soledad del manager


MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN, La soledad del manager

No sé por qué, pero yo veo mucho más humano a Pepe Carvalho que al detective de Larsson, al que tantos alaban precisamente por eso. Al menos más que a su versión cinematográfica, pues las novelas no las he leído, son demasiado largas y todavía tengo carencias que cubrir.

El argumento es sencillo: un antiguo conocido de Carvalho, de cuando trabajaba en la CIA, aparece muerto con unas bragas metidas en el bolsillo. A partir de ahí el detective comienza a investigar, mostrándonos los bajos fondos de Barcelona y haciendo largos (no tanto) incisos para ahondar en la personalidad de nuestro protagonista: sus refinados gustos culinarios, el trato con sus amigos y ayudantes (que vienen a ser lo mismo), el trato con sus clientes y sospechosos, su relación con las mujeres (que va de lo misógino a lo caballeroso)... Y entre medio el misterio se va resolviendo.

No resulta la investigación aquí tan difusa como en Tatuaje. Es más, ante la aparente trivialidad de las conversaciones, pasado el ecuador de la historia Carvalho hace una recopilación de datos extraídos de ellas y pone al lector sobre la pista definitiva para dar con el asesino. Si bien la caracterización de Carvalho sigue siendo muy importante, el crimen se toma con mayor seriedad que en Tatuaje, atrapando al lector de modo mucho más eficaz que en aquella.

Léanla y disfrútenla. Yo lo he hecho.

3/9/09

Crónicas de la guerra civil


MIGUEL HERNÁNDEZ, Crónicas de la Guerra Civil

Leyendo este libro da la sensación de que Miguel Hernández fue un ingenuo toda su vida. Cada uno de los artículos que componen el libro, no es tanto una crónica de la guerra, sino más bien una arenga para animar a los republicanos a participar en ella para detener a los fascistas. Ese es el término que utiliza él, fascistas, lo que produce cierta media sonrisa por sus palabras, que a pesar de buscar una gran fuerza, no dejan de tener cierta ingenuidad. Por otro lado él anima a la guerra no sólo a los soldados, sino que llama al frente a todos los republicanos que no están en él.

No es una joya literaria pero da un reflejo bastante exacto de su personalidad: un soñador dispuesto siempre a sacrificarse por sus hermanos, pero exigiendo también ese sacrificio por parte de ellos, siempre queriendo hacer el bien pero parece que sin un sentido demasiado crítico por las acciones de sus compañeros.

En conclusión, Hernández es mejor poeta que periodista, pero hay que tener en cuenta que no estamos ante crónicas periodísticas de la guerra como indica el título, sino ante auténticas arengas militares.

Mención aparte merece la edición realizada por el diario Público, que a pesar de tener un aspecto externo muy bueno y estar físicamente muy bien hecha, muestra un profundo desprecio por el texto que en ocasiones llega a contener hasta cinco erratas por página.