25/2/11

Riña de gatos


EDUARDO MENDOZA, Riña de gatos, Madrid 1936

Hace ya tiempo que leí Riña de gatos y no me había atrevido todavía a reseñarlo pues, a pesar de haberme dejado muy buen sabor de boca, visto después con un poco de perspectiva no sabía muy bien a qué se debía mi visión favorable de la novela. Yo nunca había leído antes un premio planeta, no porque les tenga especial tirria, sino porque sencillamente no lo había leído: no los denuesto pero el premio tampoco me sirve de aliciente para leer el libro (sobre todo para comprarlo). Pero en esta ocasión el premiado era uno de mis autores españoles favoritos, así que no podía dejarlo pasar como había hecho con el resto. Por las venas de Eduardo Mendoza más que sangre corre novela y muy pocas veces me ha decepcionado (de hecho la única novela suya que me dejó un gusto bastante amargo fue La isla inaudita), así que no veía por qué iba a hacerlo ahora. Así que lo compré, lo leí, y de esto hace ya más de un mes.

La novela recuerda superficialmente a sus comienzos con La verdad sobre el caso Savolta, pero una vez superada esta primera capa lo cierto es que nada tiene que ver con aquella. Aquí Mendoza utiliza su habitual prosa ligera aunque con un vocabulario siempre muy preciso (creo que es el único novelista en cuyas novelas encuentro la palabra “parterre” casi por sistema) y con una sintaxis clara y perfecta. También nos ofrece su habitual sentido del humor dirigido al lector avezado por medio de equívocos y un léxico en ocasiones chocante. Nos entrega una novela fluida, que jamás pierde el ritmo, que no recurre a trucos engañosos para sorprender al lector (quizá un poco en la resolución final de la autoría del cuadro), que ataca y defiende en ocasiones a los dos bandos burlándose así de las simpatías “políticas”. Pero nos ofrece sobre todo dos cambios. El primero y más evidente, un cambio de localización: hemos abandonado Barcelona para irnos a Madrid, y para quienes como yo estamos acostumbrados a identificar a mendoza con la ciudad condal esto resulta en ocasiones confuso. El segundo cambio se da en el nivel del narrador, que en las novelas de Mendoza nunca había interferido en la historia para dar opiniones al margen de ésta, y aquí lo hace por primera vez provocando cierta sorpresa.

Me reafirmo en mi opinión de que es una buena novela, aunque ni mucho menos de las mejores de su autor, pero me quedo también con esa duda interna que me produce no poder explicar el porqué de su bondad, salvo por la falta de argumentos para hablar mal de ella, pues no hay ninguna pega que pueda ponérsele.

No hay comentarios: