14/2/11

La sombra del viento


CARLOS RUIZ ZAFÓN, La sombra del viento

Comenzaré exponiendo que la lectura de este libro ha sido ante todo, para mí, un experimento, pues en modo alguno lo he leído, sino que lo he escuchado. Algunas personas me lo habían recomendado con anterioridad y, a pesar de que me llamaba la atención, siempre me había dado bastante pereza enfrentarme a la primera novela para adultos de Ruiz Zafón, hasta que llegó a mis manos un ejemplar ya leído y listo para excuchar, un audiolibro, y decidí disfrutarlo en este tan singular formato para mí. Y la experiencia fue buena. Por supuesto que tuvo algunas pegas; era, por ejemplo, casi imposible echar páginas atrás para revisar algo y, dependiendo del lugar, el ruido ambiente podía resultar molesto para la correcta audición. Sin embargo mi principal preocupación, el hecho de que mi mente volase sin prestar atención a las palabras que la grabación susurraba en mi oído, no llegó a producirse, por lo que ya he tomado la decisión de que su publicitada segunda parte, El juego del ángel, pasará a formar parte de mis conocimientos enciclopédicos mediante este mismo procedimiento.

Una cosa me proporcionó este tipo de “lectura” que nunca podría haber experimentado mediante una de tipo más “tradicional” (entrecomillo tradicional porque tendemos a olvidar que la transmisión literaria ha sido durante mucho tiempo oral, pues hace relativamente poco que todos sabemos leer): el placer de disfrutar de sus “páginas” al tiempo que admiraba las evoluciones del paisaje a través de la ventanilla del tren, pues gran parte de la novela la disfruté durante un viaje a través de la China de veintitrés horas de ida y otras veintitrés de vuelta. Y les aseguro que experimentar la literatura y la naturaleza al mismo tiempo es algo sin duda mágico.

Tras esta breve introducción debería pasar a hablar de la novela en sí misma, a la que me cuesta aceptar como una novela para adultos. Ruiz Zafón viene de la literatura juvenil y eso se nota en La sombra del viento. Incluso me atrevería a aventurar que él comenzara a escribir la historia pensando en su habitual público y cambiara su orientación a medida que ésta se desarrollaba. Es decir, que nació como novela infantil y fue creciendo en edad al tiempo que lo hacía en número de páginas. Digo esto por la ambientación y personajes que acompañan al inicio de la novela, con un protagonista niño dispuesto a correr grandes aventuras en un lugar tan misterioso como puede serlo el cementerio de los libros olvidados, casi mágico, como los que aparecen en todos los libros infantiles, y custodiado por ese guardián-bibliotecario. Porque... ¿Qué es el cementerio de los libros olvidados? ¿Una librería? ¿La biblioteca particular de alguien? ¿Algún tipo de almacén? Lo cierto es que desde un principio se nos muestra como un lugar casi fuera de nuestra realidad, al que sólo unos pocos elegidos tienen acceso, como si fueran miembros de un muy selecto club de cierto misticismo y cuyo conocimiento va heredándose de padres a hijos. El bibliotecario se dedica a eso: a se el bibliotecario del cementerio, que por otro lado parece estar en el lugar más recóndito de Barcelona y no tener financiación alguna. Además hay un pacto de silencio por el que todos aquellos que conozcan la existencia del lugar deben guardar el secreto. Todo esto se sostiene en la fantasía de una novela infantil y así lo aceptamos, pero La sombra del viento se va haciendo más adulta conforme avanza (no demasiado, salvo por algunas escenas de sexo y violencia), y cambia paulatinamente su argumento de fantasía juvenil por otro histórico y detectivesco más propio de los best-sellers actuales. Pero dentro de todo este mundo mucho más realista se mantiene el cementerio como un resto de lo que la novela había empezado siendo, lo cual crea situaciones no del todo verosímiles.

Pero el gran acierto de La sombra del viento es su mezcla de elementos, dispuestos al estilo de una novela de folletín, con multitud de picos y aplazamientos en la trama. Ahí dentro se mezclan una historia de misterio, con una narración histórica, con dramas familiares y amorosos, que en ocasiones merecerían haber sido escritos por el propio Dumas.

No es una gran novela pero sí una buena novela. Zafón ha sabido ver los vicios y defectos de los lectores “adultos” actuales y les ha sabido sacar partido en un libro que me atrevería a llamar de adoctrinamiento literario. Me explico. Dumas, Tolstoi, Wilde... los clásicos, en fin, son desplazdos hoy en día por el público adulto en favor de una literatura ligera de best-seller con volátiles tramas pseudohistóricas y una literatura infantil “con mucha letra” y en ocasiones bastante pobre. Vamos, que a los lectores actuales les gusta que les hablen como a niños. Zafón, conocedor de la literatura infantil, pues es uno de sus autores, hace uso de sus conocimientos y valiéndose de ese tirón arrastra al lector hacia el mundo del folletín, “educando” así sus gustos. Si el lector de J. K. Rowling es carne de cañón para Stephenie Meyer (sí, comprendo la ironía de esto) y más adelante para Dan Brown, el paso lógico tras La sombra del viento son Dumas y sus coetáneos.

Repito que no pasa de ser una novela más, pero una que arranca un soplo de aire fresco para la narrativa de best-seller, llevándola por caminos mucho más dignos de los que habitualmente transita y, lo más importante, llevando a sus lectores a mucho más recomendables puertos.

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