24/3/11

Asesinato en el Comité Central


MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN, Asesinato en el Comité Central

Alguien ha asesinado a Fernando Garrido, líder del Partido Comunista, y lo ha hecho durante un mitin al que sólo asistían los miembros del partido. Para investigar lo sucedido y dar con el asesino llaman a Pepe Carvalho, detective ex miembro del partido, y éste deberá trasladarse desde Barcelona a Madrid para llevar a cabo su investigación.

Antes de comentar nada hay que admitir que las novelas de Pepe Carvalho son una profundización siempre en los mismos asuntos, sin ofrecer nada nuevo que no supiéramos ya de las novelas anteriores, aunque recreándose en ello. Sabemos ya cómo es Carvalho y casi nada se nos escapa de su personalidad, pero Montalbán insiste de nuevo en relatarnos escenas destinadas, más que a representar su psique, a estas alturas casi ya a darle vida fuera de las páginas, haciéndolo realmente humano, como si cada nueva novela fuera una crónica de un caso en realidad investigado por él.

Por otro lado estas escenas repetidas de novela en novela hacen sentir al personaje más cercano, más propio, para sus seguidores y, al mismo tiempo, permiten a quien lee por primera vez una de sus aventuras poder empezar por cualquiera de ellas. Y este es sin duda el punto más fuerte de Carvalho: su humanidad. Ya dije anteriormente que Carvalho me parece mucho más humano que el detective de Larsson, al que los críticos alaban por esta cualidad (que yo no consigo ver). Carvallo es en verdad humano, con muchas virtudes para su trabajo y muchísimos defectos personales. Él no es el detective fuera de serie capaz de averiguar cualquier cosa, Montalbán parece consciente de que ningún detective puede jugar esa baza después de Sherlock Holmes y no lo hace. De hecho, durante esta aventura en concreto todo el mundo parece tener claro quién es el asesino y la investigación se convierte en una serie de enfrentamientos personales.

A lo que en realidad asistimos en Asesinato en el Comité Central es a la caída de un mito, no sólo del presidente del partido, cuya imagen se irá degradando a medida que transcurran las páginas, sino el del propio Partido Comunista, que de su idealismo fundacional va pasando a un pragmatismo acorde con los tiempos que se viven y que en poco o nada lo diferencia del resto de partidos. Aunque no son ellos los únicos que pierden su espíritu, sino toda la izquierda en general, que se muestra como un movimiento que ha pasado a ser puramente práctico, sin un enemigo real al que enfrentarse, como si su mera existencia sólo tuviera sentido en el conflicto, casi como una ideología de guerra, pero inútil en tiempos de calma. Es de esta manera como una historia policíaca se convierte en una novela política que plantea la crisis de la izquierda española y profundiza en ella buscando sus errores y quizá sus posibles soluciones.

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