9/3/10

Joyas literarias juveniles


Joyas literarias juveniles, tomo 21

Recientemente un amigo me ha regalado una edición moderna de aquellos cómics que en nuestra infancia (y en épocas anteriores a ella) se hacían de grandes clásicos de la literatura para acercar a los niños a ellos. Hoy ese concepto, por desgracia, parece ya no existir, en favor de una exagerada proliferación de novela pseudoinfantil que parece buscar, más que la formación de un criterio cultural, una simple cifra de ventas. De verdad creo que Michael Ende es el último gran novelista para niños, Miguel Delibes en el caso de España (todos los niños deberían leer Tres pájaros de cuenta).

Lo bueno de aquellos cómics es que nos acercaban las grandes historias que había producido el ingenio humano, pero en una clave que nos resultaba mucho más cercana a nuestra aún corta edad. El paso del tiempo se encargaría después de que los recordáramos con nostalgia y quisiéramos acercarnos al texto original.

Y este obsequio fue doblemente interesante, pues no sólo trajo de vuelta a mis manos aquella época, sino que además el volumen traía consigo tres títulos que jamás he leído, ni en su versión comiquera ni novelística. El primero de ellos Enrique de Lagardère (El jorobado, en su título original) de Paul Féval, sí que era un viejo conocido por sus versiones cinematográficas, la última de las cuales, si mal no recuerdo se titulaba En guardia y se anunciaba con la frase "si tu no vas a Lagardère, Lagardére irá a ti". Lord Jim de Joseph Conrad y Las aventuras del Barón de Münchausen son los otros dos títulos que completan el tomo. En ellos la historia queda despojada de cualquier cosa que no sea la pura aventura, que es lo que atrae al niño, pero así debe ser: eso aviva su imaginación y lo predispone al descubrimiento, a la búsqueda, más sosegada esta vez, de las obras originales y de todo el mundo literario y cultural que se desprende de ellas.

Como contrapartida, hay que admitir que el dibujo de estos cómics no ha envejecido demasiado bien y necesita un urgente lavado de cara, porque esas viñetas de aspecto antiguo y tan rígidas lo tienen difícil para atraer a un público que está acostumbrado, en la actualidad, a algo mucho más dinámico. Estaría bien que alguna editorial se dedicara a reescribir en clave de cómic a los grandes clásicos, tal como se hizo entonces, actualizando su estética, de la misma manera que que se hace en el cine. Porque al público infantil hay que ofrecerle, no exigirle, lo que me hace pensar en lo infantiles que nos hemos vuelto como público cinematográfico.

1 comentario:

Dick Turpin dijo...

De otras épocas en las que teníamos más imaginación, menos problemas y muchísimo más pelo!! (sobretodo en el caso de algunos)