19/12/09

Días oscuros



STEVE NILES, BEN TEMPLESMITH, Días oscuros

Si bien en 30 días de noche faltaba algo de introspección psicológica en los personajes, eso se resuelve en esta continuación, aunque dicha resolución, que debería sumarle enteros con respecto a la anterior, lo que consigue es bajar el nivel del conjunto, castigándonos con un infantilismo que no nos merecíamos.

Cuatro son los personajes en los que se ahonda en esta segunda parte, que narra cómo la mujer del sheriff Eben Olemaun, que expulsó a los vampiros de Barrow, viaja por los EE.UU. intentando dar a conocer a estos seres para luchar contra ellos. El primero de ellos, la mujer de Vicente, resulta decepcionante. Si en la primera parte se vislumbraba como parte de una alta sociedad vampírica que no llegaba a mostrarse, ahora no sólo sigue sin mostrarse dicha sociedad, sino que el personaje no pasa de ser un ente plano y brutal que busca venganza.

El segundo, Judith, la madre del piloto del helicóptero en 30 días de noche, la que tanto tiempo llevaba tras los vampiros, no pasa de ser una prolongación de carne del disco que grabó entonces, volviendo así absurda la línea argumental que inició en la primera parte.

Stella Olemaun se revela un personaje infantil con continuas depresiones porque falla su plan de dar a conocer a los vampiros a través de un libro, con frases tan ridículas como: "Si al menos lo hubieran publicado como no ficción". La verdad es que todo el desarrollo del libro denota una gran prisa por parte de los autores por sacar una continuación, con el argumento mil veces visto de una película de acción, y no demasiado meditada.

Quizá el personaje que salva todo esto sea el vampiro Dane, el único que nos aporta datos nuevos sobre el mundo en el que nos movemos y confiere personalidad y libre albedrío a estos seres.

Además vuelve a ampliar, sin desarrollarlo, este mundo vampírico, tal como hiciera en la primera parte. Dos escenas (el comebichos y la resurrección) prometen un mundo místico más elaborado. Pero claro, parece que se les da mejor a los autores prometer que resolver.

13/12/09

Cantar de Mio Cid

Cantar de Mio Cid

Una de las cosas que más me gusta del Cantar de Mio Cid es que es la historia de caballerías que no gustaría a los aficionados a las historias de caballerías. Siempre nos presentan a grandes héroes capaces de enfrentarse a enormes peligros sin pensarlo, lejanos al resto de la humanidad, y el Cid no es así. El Cid reflexiona antes de atacar, no es impulsivo y sus virtudes son más cercanas a nosotros, no es un protagonista cuasidivino.

Pero es que su historia no es una historia bélica, sino una historia personal. Su narración no termina con la más grande de sus conquistas, la toma de Valencia, como sería de esperar, sino que continúa, pero ya sin hazañas militares. Y esto es lo que hará echarse atrás a los seguidores del género. El Cid debería terminar para ellos ahí, en esa máxima batalla que, sin embargo, ni siquiera es narrada en el poema. El poema sigue más allá de eso, y lo hace por derroteros nada heroicos: unas bodas. Algo común a cualquier vida, porque ahí es cuando el héroe se equipara a cualquiera de nosotros, en lo elementos comunes a la vida ordinaria, y donde se nos exige a todos que actuemos como héroes. No sirve la excusa tan manida de que uno solo no puede hacer nada, "yo" no puedo hacer nada, pues el Cid ya demostró que las pequeñas acciones (las privadas, las personales) son tan importantes como las grandes hazañas.

Quizá nosotros no podamos conquistar Valencia (la menor de sus hazañas, pues ni nos la cuentan), pero sí que podemos arreglar el daño causado en el robledal de Corpes.

6/12/09

30 días de noche



STEVE NILES, BEN TEMPLESMITH, 30 días de noche

Creo que me quedaré solo en la defensa de 30 días de noche (no de su dibujo, sino de su guión), pero bueno. Son muchas las voces que he oído diciendo que se trata de un guión demasiado básico y que necesita un mayor desarrollo, aunque yo creo que su perfección radica en su sencillez. Las premisas son muy básicas. Tenemos vampiros y todo el mundo sabe qué es un vampiro, por lo que no necesitan presentación aunque sus diferencias con lo que estamos acostumbrados sean notables. Son inmortales y se alimentan de sangre humana. Suficiente. Todo lo demás es información supérflua.

Tenemos un pueblo con una noche de 30 días, lo que lo convierte en un parque de atracciones perfecto para estos seres. Todos sabemos que estos lugares existen, así que cualquier proceso de investigación que hayan seguido o su organización para atacarlo se antojan innecesarios. Obviemos, claro, el hecho de que hayan tardado tanto en descubirlo y lo sencillo que les resulta incomunicarlo.

Ya lo tenemos todo: 30 días de caza continuada sin que nada pueda interrumpirla. Los habitantes de Barrow deberán sobrevivir hasta la próxima salida del sol.

Cierto que el desarrollo argumental es sencillo, pero también contiene escenas que arrojan luz sobre este mundo vampírico del que sólo podemos ver el último acto porque es en el que nos encontramos. Tenemos a Vincent, un personaje que nos revela cierta jerarquía entre estos monstruos, una jerarquía de un carácter más bien animal, pues se basa en el liderazgo del más fuerte. Tenemos la presencia extraña de una misteriosa vampiresa, que hace pensar en una sociedad con el dominio de una minoría aristocrática sobre una masa vampírica mucho más salvaje. Y tenemos a ese misterioso recolector de pruebas, que hace pensar en una guerra ya iniciada con un sector de la sociedad humana. Todo ello nos hace pensar en un mundo indudablemente más amplio que el que contemplamos, pero que no llega a revelarse.

La historia es perfectamente lineal y resulta evidente que el escaso desarrollo de lo arriba dicho se debe más a un deseo de no apartarse del argumento central que a la impericia. En definitiva, una novela perfectamente cerrada y capaz de crear las expectativas de un imaginario mitológico vampírico.